Miradas Y Conversaciones XV

on viernes, mayo 05, 2017

Parque Natural de la Albufera del Grau, cabo Favaritx, Maó. Día 5º

Suena el despertador que señala el tiempo de levantarse hoy miércoles, en el 5º día del viaje a la bella isla menorquina.

Es el tiempo de la respiración y el “mu”, de la vista posada en un punto cercano, de la concentración en el “Hara”… Hoy el viento no agita las ramas de la palmera, ni mece el gran pino, ni “aventa” el mar, todo en la quietud.

Después de un completo desayuno recogeremos un ligero picnic que hoy será la comida principal, en un recorrido largo por el parque natural y la ciudad de Maó.

Tras dirigir el vehículo hacia la población de Maó (no sin antes parar para fotografiarnos junto a las vacas mahonesas del camino) circunvalamos la ciudad, para subir a uno de los puntos más extremos del parque: el Faro de Favaritch, en el cabo del mismo nombre. (Este fue el primer faro de hormigón construido en las Islas Baleares, inaugurado en 1922, tras cinco años de obras). Con 33 metros de altura se construyó -como el de Punta Nati- tras diversos naufragios a mediados del siglo XIX y principios del XX (En el del vapor General Chanzy, en 1910, murieron 156 personas).

El paisaje rocoso del cabo Favaritch (completamente distinto a los visitados hasta ahora) se asemeja a un paisaje lunar de rocas negras brillantes, seguramente de pizarra y otras de colores más claros.

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Antes de marcharnos hacia el Parque Natural subiremos a un pequeño montículo próximo, donde se pueden observar pequeñas calas de aguas muy claras y a las gaviotas sobre sus aguas.

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Viajamos después a la playa del Grau. Un pequeño pueblo, originalmente marinero y actualmente convertido en poblado vacacional, se sitúa junto a la playa de aguas claras, poco profundas y muy tranquilas. Amalia y Paco nos mojaremos los pies en sus frescas aguas, para emprender después un largo recorrido, con José y Charo, por la zona dunar del parque de la Albufera del Grau.

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Más tarde visitamos, ya algo cansados, otra zona del parque, Buscamos una sombra y en el único banco por allí divisado, paramos a comer el ligero y suficiente picnic ofrecido por el Almirante Farragut.

Por la tarde tras la comida, algo más descansados, nos acercamos al casino de Sant Climent (aconsejado para el buen comer) y será tiempo de descansar, tomar un café o infusión y un delicioso Magnum de chocolate. Es también tiempo de filosofar, dado que José nos revela su meditado pensamiento de la fugacidad del presente y el continuo vivir en el pasado y en el futuro. El siente que el presente se escapa continuamente y que vivimos permanentemente en el tiempo que ya no es presente. Por eso desea alargar las cosas que le gustan, como el fantástico sabor del crocanti de chocolate que ahora tomamos (seguirá con el palo del helado en la boca bastante tiempo después de haberlo terminado) e iremos dándonos cuenta, entre todos, que esta actitud la practica en muchos momentos de su vida, la ducha caliente de la noche, el libro que disfruta leyendo, etc. Nos sorprende con su reflexión que será ya tema de conversación en los días que seguimos compartiendo. Otros consideramos que la vida verdadera está hecha para ser vivida con intensidad en un presente continuo, en cada instante y momento, poniendo en ello toda la persona entera (mente y corazón). Eso requiere no distinguir y discriminar lo que me gusta y lo que no me gusta, buscando lo primero y aferrándose a ello y evitando y rechazando lo segundo, estando abiertos a todo lo que la vida trae en cada momento, viviéndolo con todo el alma.

Hay tiempo todavía para visitar nuevamente Maó, patear sus calles, visitar el Teatro Principal y comprar en la tienda de artesanía Posidonia, unos preciosos pendientes de marquetería, de variados y vivos colores, para Amalia.

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Pasaremos varias veces por una casa de fachada amarilla de elegante factura arquitectónica, con elementos neoclásicos y modernistas.

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Volveremos a pasar por la plaza del Carmen, donde ya habíamos visto el mercado del pescado y visitado el de abastos.

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Visitaremos el Teatro Principal, en cuya leyenda se explica que fue el primer coliseo de ópera de España (1829) anterior al Liceo de Barcelona o al Teatro Real de Madrid (1847 y 1850, respectivamente). En su fachada principal preside la impresionante escultura de Talía, de gran estatura, la musa de la comedia y de la poesía bucólica (una divinidad de carácter rural, hija Zeus y Mnemósine, aunque en esta escultura no se recoge ese aspecto más bucólico y pastoril).

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Regresamos algo tarde al hotel. La cena será semiligera (o semiabundante, según perspectiva o gafas de mirar) y esta noche, por el cansancio, nos iremos directamente a la cama. Charo y José harán lo mismo. Rosa y Tomas, como cada día, bajarán a realizar sus rituales de baile. (El Barça ha ganado esta tarde al Sevilla 3 a 0 y veré el resumen de los goles)

Paco Buigues

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