El Arpa

on domingo, abril 16, 2017

Me llamó la atención este músico tañendo el arpa delante del Palacio Real de Madrid. Por su forma, el arpa parece ser de tipo céltico, aunque no por su número de cuerdas.

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Quedé parado a escuchar, no solo a capturar imágenes. Realmente el sonido era celestial, lo hacia muy bonito, hasta que escuche una voz que decía algo así como …¡venga… vamos, no te pares!.

Goethe decía: ·Quién no ama la Música no merece el título de Hombre”…

Salvador 

Miradas Y Conversaciones XI

Viaje a un hermoso lugar… desnudo de identidad

El autobús, tras bajar del avión, le transportó durante unos 50 minutos por las carreteras de aquel lugar y le dejó frente a un hotel. Al bajar del autobús se dio cuenta que estaba desnudo. Se encontraba desnudo, vacío, sin identidad, sin saber bien quien era, que trazos y experiencias habían configurado su vida, en un lugar que no conocía y le era extraño.

Se sentía como un niño con una mirada nueva, abierto a cada una de las situaciones que los días en aquel lugar quisieran depararle. No estaba solo, ella iba con él a todas partes formando pareja y era también sus ojos y sus oídos, sus pensamientos, emociones y sentimientos y su apreciar, cuanto el lugar ofrecía.

Otra pareja (José y Charo) con quienes habían coincidido antes de subir al avión, trajeron a sus recuerdos, algunas situaciones y vivencias conjuntas, tiempo atrás: amigos comunes, espacios y fiestas compartidas. Pronto establecieron una buena sintonía y afinidad, que iría creciendo con el paso de los días.

Desde el hotel que ocuparon, habitación 3025 (próxima a la de Charo y José 3029) se divisaba un intenso mar de color azulado, conformando un hermoso paisaje marino. La luz que inundaba la habitación y el colorido de sus complementos, presagiaban una estancia muy grata. Sabríamos más tarde que el hotel “Almirante Farragut” recibía su nombre por un descendiente de emigrantes menorquines, desplazados a Florida.

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Esa primera tarde recorrieron juntos, ambas parejas, por la costa, pegados todo el tiempo al mar, los 6 kilómetros que separaban el Farragut de la población de Ciudadela, la segunda población de la isla que empezaban a conocer (Mahón, la capital, es el primer núcleo de población, que cobró importancia y pasó a ser en la práctica, la capital administrativa, política y cultural de la isla, con la ocupación en el siglo XVIII, por los británicos y la importancia comercial y militar de su puerto). Muy pronto, apenas iniciada la salida del núcleo de la población, se encontraron con una hermosísima y pequeña cala, donde un largo brazo de mar penetraba por una zona acantilada. Aquel debió ser un buen lugar para que los barcos piratas otomanos se escondieran y poder atacar por sorpresa a los barcos españoles, en tiempos del célebre pirata Barbarroja (que en 1533, “convertido en almirante de la flota otomana, unió sus fuerzas con las de Francisco I de Francia para desencadenar una contundente ofensiva contra Carlos V que le llevaría a conquistar Túnez y saquear las Baleares, Reggio, Niza y la costa catalana, a pesar de los esfuerzos del almirante genovés al servicio de España, Andrea Doria, a quien derrotó”).

Una placida caminata bajo un sol suave nos llevó cerca del puerto de Ciudadela, en donde la pareja desnuda (ella había tenido una rotura de astrágalo, que aún no había curado bien a pesar de estar en proceso avanzado de recuperación) decidió emprender el camino de regreso al hotel. Poco después se unirían José y Charo para hacer juntos el trayecto de vuelta.

Un hermoso recorrido de seis kilómetros de costa menorquina que dibujaba un lugar silencioso y tranquilo, con un inmenso mar azul y otro verde por la intensa vegetación que llenaba su orografía y la convertía en una pequeña reserva de la biosfera.

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Tras el cansancio por el largo paseo, era el tiempo de la cena. En una mesa de 6 personas compartimos comensalidad y disfrutamos de una copiosa y variada cena. Y lo haríamos sucesivamente durante los días de estancia en el hotel, en cada una de las comidas del día, en que coincidíamos (siempre en los desayunos y cena). Se sumaron a Charo y José y a la pareja desnuda, Rosa y Tomas, que también procedían de nuestra tierra alicantina y vivían actualmente en Muchamiel. Desde el primer momento arraigarían las simpatías mutuas.

Las tres parejas mantuvimos un breve rato de conversación, en la sala de fiesta del hotel. Unos primeros intercambios comunicativos y relacionales, para retirarnos pronto (unos antes que otros) tras el cansancio de un largo día.

Aquel hombre desnudo y sin identidad, había sido hoy, alternativamente, Amalia y Charo, José, Rosa y Tomas, la inmensidad del mar azul y los acantilados, la extensa vegetación que cubría buena parte de la isla… En un momento de lucidez, al caer en la cuenta que ese día era 1 de abril, recordó 40 años de vida compartida, con una mujer compañera querida, llamada Amalia y de tiempos difíciles y otros de felicidad y plenitud, vividos juntos. Era su cuarenta aniversario de casados, de vida compartida (casa, hijos, familiares, amigas y amigos, experiencias y afectos, algunos bienes pero pocos, para andar ligeros…)

Paco Buigues

Miradas y Conversaciones X

40 años de vida y emociones compartidas

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Hoy 1 de abril es el día de nuestro 40 aniversario de casados y nos sucede de viaje a Menorca y tendremos una semana por delante para celebrarlo juntos…

¡Cuarenta años de casados! Toda una vida… como dice la canción. Casa-dos o casa de dos, cuatro décadas compartiendo casa, hijos, familias, amigas y amigos, experiencias, afectos y emociones, dificultades y problemas, muchas satisfacciones y algunos bienes, no demasiados, pues ya hemos aprendido que lo que tenemos nos tiene y que es mejor dedicar a otras cuestiones más importantes las energías de la vida.

Ahora ya instalados en esta nueva etapa de júbilo y “gracia” tenemos la difícil tarea de reinventarnos y seguir aprendiendo a querernos mejor, a cuidarnos mutuamente y a querer y cuidar a otros muchos, pues vamos sabiendo que no hay felicidad posible sin los otros. Todo ello en medio de las circunstancias favorables y las dificultades -que siempre son un reto y un estímulo para seguir creciendo hasta que esta vida se agote.

Que tú me quieres mucho se ve porque has sido capaz de aguantarme y estimarme mucho durante estos 40 años, a pesar de que las dificultades fueron muchas. Yo, bastante más torpe, he ido aprendiendo a quererte y estimarte y no desespero de seguir aprendiendo. Me siento muy feliz de compartir cuarenta años de vida contigo y este escrito quiere servir de agradecimiento por la vida compartida, por tu disponibilidad, saber estar y fuerza en los momentos difíciles, por tu dedicación y amor a nuestra familia, sin la cual nada de lo construido juntos hubiera sido posible.

Que durante muchos años más convivamos para ser juntos mucho más que dos. Que en los cuarenta siguientes sigamos queriéndonos cada vez mejor, por nosotros, por nuestros hijos, familia, amigas y amigos y por otros muchos en todas las direcciones.

Paco Buigues

Miradas y Conversaciones IX

on jueves, abril 13, 2017

El tiempo pascual, la luz interior y la práctica del zen

Entramos estos días en el tiempo de la fiesta pascual que los cristianos celebran como un tema central de su cosmovisión religiosa. Es un tiempo que se considera como un proceso de paso de la muerte a la vida, que simboliza que la muerte, lo que parecía perdido, es finalmente superada por nueva vida.

En el zen se encuentra algo equivalente, cuando se habla del paso de la Gran Muerte a la Gran Vida, al Despertar o Iluminación. El zen es un camino de “abismamiento” -en el hondón del alma dirá Juan de la Cruz- y de purificación de la mente y del corazón, hacia la iluminación, a través de un proceso de despojamiento y de desapego, para volver a nuestra realidad esencial, a nuestra verdadera naturaleza: compasión, amor gratuito y compromiso desinteresado. Nos damos cuenta de forma experiencial que somos uno con todas las cosas y que cada uno de los seres del universo forman parte de nuestro propio yo, que el universo entero es un todo interconectado.

De la misma manera que cualquier planta, árbol, flor, se vuelve hacia la luz y los animales hacen sus cuevas orientadas hacia el oriente o el sureste, así todos nosotros llevamos incorporado un sentido de la orientación hacia la luz. Ese sentido de la orientación hacia la luz interior, que lleva más lejos que la mera razón (el conocimiento silencioso) es lo que se trata de descubrir y de seguir mediante la práctica del zen (y en otros caminos místicos).

Esa experiencia todos los místicos la conocen bien. El Maestro Eckhart, en uno de sus sermones cita a un filósofo griego: «Percibo algo en mí que brilla en mi espíritu, me doy cuenta que es algo, pero qué es no lo puedo entender, pero me parece que si pudiera captarlo comprendería toda la verdad». Entonces dijo otro filósofo al primero: «Anda, persíguelo; porque si lo pudieras captar tendrías la esencia de toda bondad y la vida eterna». Se aprecia la convicción de que vivir así es como estar en el paraíso, en la vida eterna (en una vida autentica de plenitud)

También Agustín dice: «Percibo algo en mí que brilla y resplandece en mi alma, si llegara a su plenitud y a ser constante, sería la vida eterna».

Seguramente, aunque no lo percibimos conceptualmente, estamos unidos a todo cuanto existe en el universo entero y en todo cuanto existe se da la continuidad de la vida.

Paco Buigues