El Próximo Día

on domingo, mayo 17, 2009

La excursión avanza hacia su ecuador, convirtiendo esta jornada en el eje central de la misma. El sol brilla y se principia una climatología adecuada para visitar lugares hermosos por naturaleza, paisaje, historia, gastronomía y tradición castellana.
El cronista sugiere al editor, componga y combine textos y fotografía a su aire, ya que esta sección entremezcla fragmentos poéticos son otros mas descriptivos, permitiendo con ello una lectura mas artística si ello es posible.

Pronto llegamos a Pedraza, cuya plaza a los ojos del cronista la define así:



Pedraza, lugar que duerme
el presente
en su pasado medieval.




Una tranquila paz inunda el pueblo, al cual hemos accedido por un pórtico defensivo señalando al viajero el sentido fronterizo de este enclave. Ahora, pasado su momento, pervive melancólico del recuerdo histórico. Pasear por sus calles estrechas, sobre adoquines oscuros, en esta mañana luminosa y cálida provoca en el cronista cierta melancolía, cierta tristeza que refleja de esta manera:


La cigüeña anida
Sobre los tejados
Eternos de Castilla


El trinar lejano
De los primeros vencejos
Interrumpe alegre
El dulce silencio
Que llena el ambiente
De esta mañana de primavera.


Castilla se aísla
En sus castillos.
Templos de orgullo.








Nos despedimos de Pedraza con la sensación que nuestro paso por ella no habrá, en absoluto alterado su plácida y castellana tranquilidad señorial.




Nos dirigimos ahora a Sepúlveda que se recuesta a los pies de su catedral en la margen derecha de un amplio barranco cuyas tierras fertilizan las aguas de un pequeño, pero poderoso arroyo. Son las 13:15 horas en el reloj del cronista, que desde el mirador de Ignacio Zuloaga realiza esta semblanza de la ciudad castellana austera, al tiempo que advierte y agradece el calor de un sol que calienta con agradable fuerza.










Una vez hemos cruzado el río, accedemos a la plaza, corazón de la vida de Sepúlveda. Allí encontramos el restaurante Tinin, lugar recomendado por su asado y tras reservar mesa, el grupo se dispone a dar la bienvenida a Tina y Eduardo que desde Alicante se incorporan a la expedición.















El sabor del cordero al horno de leña, procedente de los bosques próximos, se multiplica cuando se acompaña de un Ribera del Duero, con aromas intensos a tierra rica en minerales, esencias profundas y eternas. El calor de la carne mas el fervor religioso del vino provocan una explosión emocional que desborda el entendimiento. El sentir mediterráneo se expresa fortalecido en esta tierra del páramo de la meseta. La soledad de esta tierra eleva y le confiere carácter a su gente.





Tras la comida, abundante y generosa, la siesta llama cada vez con mayor fuerza la voluntad del cronista… ¿será la edad? ¿Será la sabia experiencia que comprueba agradecida la tonificante influencia del sueño de la tarde sobre el organismo?

Castilla, en su inmensa llanura entre montañas, aprecia la fresca sombra que acompaña sin preguntar el plácido viaje onírico de la agotada mente. Castilla y su inmensa llanura es un descanso visual para los quebrados ojos mediterráneos.



Superada esa fase donde la voluntad se debate entra la conciencia activa o pasiva, los viajeros parten hacia la ermita de San Frutos, patrón de Segovia. Ni que decir que la religión está presente en Castilla en cada rincón de su extensa superficie, influyendo también en el devenir histórico.

Aquel arroyo que regaba las tierras de Sepúlveda a lo largo de miles de años, ha ido erosionando el cauce de tierra que lo sustenta hasta construir un “tajo” profundo en la meseta. Su trazado esta en función de la proporción de rocas y tierra, respetando por su dureza aquella y excavando mas y mas esta, de tal forma que los recodos, idas y venidas producen en el paisaje una gigantesca serpiente que se retuerce, verde, sobre la llanura gris de la meseta.



Dominando un lugar estratégico, se levanta, sobre los cortes verticales de las paredes que encajonan las aguas, un recinto natural de consistencia pétrea que ha resistido el ataque liquido que lima y arrastra. Sobre sus murallas de vértigo, el ser humano ha encontrado siempre protección y asombrada admiración, construyendo allí, desde tiempos inmemoriales, refugios, templos, enterramientos y en el último tramo, lugar de oración y meditación, es decir espacio donde el espíritu alcanza sosiego y calma.
Ante su serena contemplación este cronista solo puede expresar lo que siente de esta manera que desea compartir con todo el grupo:

ERMITA DE SAN FRUTOS

Una parte de mí
Quiere vivir aquí

Compartiendo con los buitres
Su vuelo silencioso
Sintiendo la paz del lugar.

Una parte de mí
Quiere vivir aquí
En esta ermita solitaria
Elevada y espiritual
Compartiendo con la vida
La belleza del momento…


Sí, repito con emoción
Una parte de mi corazón
Quiere vivir aquí.


Con este espontáneo poema, el cronista se siente satisfecho completamente y con el resto del grupo regresa a Segovia con la sensación de que todos hemos llenado de paz y armonía universal nuestras alforjas emocionales y culturales. Lluís Soler

Crónica Primer Día

on domingo, mayo 10, 2009

Un viaje se inicia en el momento, lejano en el tiempo, de su programación. La elección del lugar, los días y las circunstancias que lo rodean son siempre cuestiones complejas, pero si es La Font quien organiza, entonces la cosa se complica, pero una vez superada esta fase, la siguiente, o sea el viaje propiamente dicho resulta un encanto.
El punto de partida, carretera San Vicente, día de Santa Faz – nuestra edad no está para romerías multitudinarias – y desde allí con el depósito lleno de ilusión y alegría y confiando en el Ton-Ton del doctor Mas, arranca la expedición, camino de la castellana Segovia.
Tras la comida y visita al castillo del Real, atravesar Madrid por no se que M, decidimos llegar a Segovia por el Puerto de Navacerrada, convencidos que la carretera seria recta y sin curvas. Craso error, por el cual algunos mas que otros, pagarían haber adoptado aquella decisión.




 

 

 

 

La llegada al hotel, Parador de Segovia, fue un éxito atribuible al mecanismo orientador del doctor que, en un acto de fe en la tecnología, siguió sus indicaciones, contrarias al itinerario marcado por el coche de cabeza de Salvador.
Finalmente llegamos al destino y tras tomar posesión y descansar un rato, dejamos los coches en sus correspondientes aparcamientos y a bordo de tres poderosos taxis, en pocos minutos nos encontramos frente al monumento al que va asociado Segovia.
Aquí el cronista quiere hacer una advertencia al lector en el sentido que todo aquello que este cuente será fruto de su particular observación, probablemente diferente de la suya, la del lector, lo cual nos debe hacer pensar que la realidad no es única, sino múltiple, o sencillamente como dice el proverbio árabe:” La realidad es del color del cristal con que se mira”.
Una vez ponemos los pies en el suelo, el grupo se dispone a callejear y establecer una primera aproximación a la ciudad. Salvador y Carlos pertrechados con cámaras de última generación rivalizan por obtener la mejor imagen, la fotografía imposible y para ello descargan sus máquinas buscando captar la esencia de la realidad. Vicente Mas compite en otra categoría, la del video, aunque: señores atención, en este viaje surge con fuerza una nueva promesa del documental, Eva Ortiz, que con su flamante video-cámara dejará huella en un futuro inmediato. El resto se limita a lo común de los mortales, mirar y fotografiar aquello más significativo.
El cronista se aísla del grupo y contempla con emoción, durante un tiempo, el conjunto arquitectónico, sintiendo su estabilidad… pasado el momento escribe:

El acueducto nos da la bienvenida
Con su monumental elegancia
Y su discreta presencia.

Las poderosas piedras
De las canteras de la sierra
Sostienen en el aire
La frescura viva del agua.

La noche concluye recorriendo la calle que comunica este punto con la Catedral y el Ayuntamiento, pasando por el monumento a uno de lo Comuneros, Bravo, ajusticiado por el emperador Carlos V, y en los últimos tiempos símbolo de la conciencia comunitaria de Castilla y León. El paseo concluye en la hermosa plaza donde destaca una catedral magníficamente eliminada.












El grupo regresa al Parador y entre bromas y comentarios divertidos nos despedimos hasta el próximo día. Lluís Soler

Quince Minutos

on lunes, mayo 04, 2009

Ese tiempo tuvo este cronista para expresar las emociones que le provocaron, la comida en el parador de la Granja, que cerraba la excursión organizada por la barraca la Font a Segovia. Quince minutos dan para poco, por tanto precisión –pensó- al sentarse frente el sencillo escritorio, en un bellísimo saloncito iluminado con la intimidad justa, para colocar las palabras, de manera natural, sobre el papel.
El parador, recientemente inaugurado, presenta un aspecto magnífico en su interior, con una calidez que acoge desde el principio, un sentido monacal en cuanto su distribución que trasmite placidez desde la armonía y el silencio, una influencia japonesa presente en su patio central donde un frágil hilo de agua vertical rompe el equilibrio horizontal de una lámina acuática, creando con ese ritmo constante-diferente un efecto de paz interior.
La comida transcurre en el comedor situado en otro patio paralelo, rodeado de arcadas de granito, cuyas piedras, distribuidas siguiendo el esquema del Acueducto de Segovia, dan paso al ladrillo rojo que asciende poco a poco, dos o tres pisos, para cerrar el cielo con modernas cristaleras que dejan pasar la luz y permiten la contemplación del azul primaveral de la Castilla señorial.



Una mesa ovalada para catorce comensales con su impecable mantel de hilo blanco nos aguarda custodiada por un personal que, desde el primer momento, sin servilismo alguno, facilita, con profesionalidad exquisita, el misterioso tiempo dedicado a ingerir, con respeto, aquellos alimentos condimentados, con esmero, por cocineros que desconocemos, pero en quienes confiamos plenamente.
Una delicada y esbelta copa de vino blanco, aromático, fresco, suave, ligeramente afrutado nos da la bienvenida, gastronómicamente hablando, y nos introduce, de esta vinícola guisa, en aquello que llamamos, de manera genérica, comida, pero que, evidentemente, es mucho mas: conversación y compañía, degustación de sabores y olores… placeres cotidianos en un tiempo y un espacio agradable.



De lo alto de la copa bajamos ahora a la superficie plana de un pequeño plato sobre el cual derrama el camarero, oro virgen vegetal, resultado de un selecto proceso. El intenso y espeso líquido, con olores que recuerdan la esencia primitiva de la creación, adquiere cuerpo al recibir la minúscula granulación mineral de la sal, configurando ahora un sencillo producto tonificante, dispuesto a viajar impregnando la miga del pan hasta alcanzar y confundirse en parte de nuestra propia esencia.
Con estos elixires mediterráneos como portada abordamos un serio, por denso y rudo, plato de judiones con oreja de cerdo. Otra vez la sencillez elevada a la categoría de exquisitez. Pensaba, mientras comía, que la alimentación, como afirma Nietzsche, es la base, junto con el clima, del carácter, y la nuestra, la mediterránea, con su variedad, por su equilibrada proporcionalidad, posibilita una línea de humanidad generosa, plácida, abierta, tolerante, que aun lo sería mas, si fuese consciente de la grandeza a la que está reservada su existencia de advertir en si mismo ese caudal, esa riqueza con la cual nos dota de manera graciosa la Naturaleza.
Tras este generoso plato llegó otro no menos sabroso, como carne de jabalí… al cual no pude hacer los debidos honores puesto que aquellos judiones debidamente acompañados de un poderoso vino negro, y ante el cual la gula se cegó de egoísmo, impidiendo hacerle un hueco en la oficina del estómago.
Luego llegaron los postres y el café, con su grandeza de complementos espléndidos, al tiempo que con su dulce amargura, abrían la puerta de la creatividad emotiva y sentimental, con sus correspondientes brindis y muestras de amistad eterna. En estas ocasiones se acrecienta y valora la compañía.




Quiere finalizar este cronista su primera redacción con una loa a La barraca La Font por aglutinar a su alrededor un reducido número de hombres y mujeres, sobradamente preparados en honradez y limpieza de corazón, cualidades que los ennoblecen y embellecen.
Primera crónica de un maravilloso: “Viaje a Segovia”. Lluís Soler

Día de Las Paellas

on domingo, mayo 03, 2009

Ayer día 2 de Mayo se celebró el “Día de las Paellas” en la plaza del pueblo, como ya viene siendo costumbre desde hace ya bastantes años. En este día todas las barracas se reúnen en la plaza para hacer una paella y someterla al veredicto de un jurado. Este año entro en competición hasta un inglés afincado en el pueblo, el cual realizó una especie de paella con un aspecto muy bueno, introduciendo algunos elementos ornamentales hasta ahora no utilizados normalmente como un gran tomate en el centro de la misma.

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La Font: “pavo Trufado”. Este es el elemento principal de que marca nuestra identidad “la anarquía”. Ayer fue un día muy completo para La Font en el que la gran protagonista fue Tina. Tina nos cocinó este esplendido “pavo trufado” en un horno de leña. Leña que cuidó con gran cariño y esmero Eduardo, poniéndole al pavo su toque. El pavo era tan grande que nos sirvió para comer y para cenar.

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Por la tarde R. Madrid – Barça. ¡Qué ambiente! Qué bonito detalle de Paco agradeciendo a Vicente el resultado del partido.

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La cena estupenda, una gran celebración en la que nos terminamos de comer el pavo. Por último, baile a la luz de las velas ¡una velada maravillosa!

Salvador