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sam
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lunes, octubre 11, 2010
Un retrato literario es, según mi saber y entender, una instantánea vital, que refleja la percepción subjetiva, que el retratista tiene del personaje. Este oficio requiere cierto nivel o capacidad de observación, para retener las diferentes formas, modos y maneras de ser, de los sujetos. Obtener una representación acorde y ajustada al modelo exige, mirar sin ser visto, oír sin juzgar el contenido, sentir aceptando la realidad… en fin, retener aquellas cualidades que dignifican y embellecen, pues no hay que olvidar que el retrato es una manifestación artística.
Los siguientes, nacen una mañana blanca, clara y fría, ligera… una mañana de nuestro encantador viaje a Extremadura. Durante los largos paseos por las históricas calles de Cáceres, Mérida, el valle de Jerte… repasé y actualicé esas anécdotas que en nuestra memoria todos guardamos, de todos nosotros y dibujé en forma de versos alegres, ligeramente irónicos, pequeños poemas que pretenden arrancar una sonrisa… y es que nuestra vida cada vez demanda más, pequeños momentos felices.
Sin otra pretensión que conseguir que esbocéis un ligero rictus de alegría, dedico este álbum de retratos a mis amigas y amigos de la Barraca La Font.
Si os parece inicio este trabajo con un romanç, en forma de preámbulo, que recuerda el re-nacimiento de la barraca, para seguir luego con nuestro querido amigo Ángel Alemany y sucesivamente el resto.
Texto: Lluís Soler Fotografía: Salvador