La Font Viaja a Jerez en Furgoneta 3

on sábado, abril 30, 2016

Nuestro intrépido grupo parte hacia el parque de Doñana, ecosistema de agua, sol y vida. El rio grande (Guad al Kabir) se derrama en el océano. Una ligera brisa, fresca y húmeda nos da la bienvenida nada más llegar a la desembocadura y nos acompaña de forma pertinaz hasta alcanzar la otra orilla, allí donde la naturaleza se muestra generosa y construye un espacio virgen y bello.

Las arenas doradas y mojadas retienen las huellas pasadas; guardan historias y amores de otros tiempos; recuerdos de vidas plenas o truncadas. Sobre el cielo sobrevuelan en danza estática y dinámica a la vez, gaviotas abrazadas al viento, el aliento marinero.

Sanlúcar de Barrameda a un lado al otro Doñana. Navegamos contracorriente, camino de Sevilla. El destino, las circunstancias, la suerte… quien sabe que razones se conjugaron para que este territorio de miles de hectáreas fuesen, sencilla y llanamente propiedad del duque de Medina-Sidonia, luego de Garvey y por fortuna, desde el año 1960 Parque Nacional.

Cuando observo los abusos y exageraciones que sobre la naturaleza el hombre “civilizado” ejecuta con “maestría” me viene a la memoria aquella carta del “bárbaro” jefe indio Sealth de 1855, en respuesta a la propuesta de comprar sus tierras por el presidente de Estados Unidos. Sirva el primer párrafo:

“¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlo?”

De forma similar vivieron en el Parque familias que tomaban de la naturaleza lo justo para asegurar su supervivencia. “Colmenas fabricadas con el corcho de los alcornocales, chozas techadas con la castañuela, boliches de madera de pino y otros artificios hechos por el hombre se confundían con el paisaje. Lo transformaban pero no lo agredían, favoreciendo en ciertos casos a muchas especies.”

Termino con un texto de Camilo José Cela. Primer viaje andaluz. Pág. 285:

“En la laguna Pajarera, que es la más grande, se crían el pato y el flamenco, el ánade y el jaramagullón la gallareta y la ansareta. Los cazadores de Almonte cazan el pato al cabestro, rara suerte para la que se necesitan, amén del arma y mucha habilidad, un cencerro y una jaca de buena doma.”

El día concluye con un paseo urbano por Jerez y la siempre divertida charla coloquial analizando los pormenores de la jornada. Hasta pronto.

Luis Soler

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