Tres Fuentes y un Azud

on domingo, agosto 09, 2009

El agua de la Mayor se une con fuerza a las otras que bajan de Tagarina y juntas, entre juncos flexibles, verticales, enredándose, perdiéndose, en un laberinto infinito de adelfas… alcanzan cantarinas el montículo de “l’engenollà”, de cuya huella divina brotaba, en forma de surtidor, un hilillo de agua fresca y clara, que se sumaba al conjunto acuático que corretea alegre el curso descendente del riachuelo.

Tímida y escondida, a los pies de un enorme algarrobo, ligeramente elevada sobre el tumulto de las aguas, ahora encajonadas entre rocas adornadas de flores y verdes de mil tonalidades diferentes “la font del garrofer”, derrama su dulce y apreciado líquido sobre el caudal hermoso procedente del norte.

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Agua y vida, alimento que humedece la piel y sacia el espíritu, sencilla combinación química que materializa simples elementos en cristalina esencia líquida.

Don divino que el profeta Moisés hizo brotar de la roca para salvar al pueblo, Don  artístico que diluye los colores reflejando en el papel, de la mano del artista, paisajes naturales, que transforma la tierra arcillosa en masa impermeable y poderosa, adoptando la forma y el volumen espacial, capaz de contener alimentos… estas y otras mil cualidades hacen del agua y el lugar donde nacen conjuntos especiales, mágicos, con una fuerza, una energía que impregna el carácter de quienes habitan y beben el elixir divino por excelencia. Los templarios, cuenta la leyenda, que elegían, en función de las aguas y su pureza, el asentamiento de sus monasterios, consagrando el paraje a una virgen.

Tras esta disertación apresurada, llegamos al azud, palabra hermosa de procedencia árabe, cultura y pueblo que tanto bien hizo por y para el aprovechamiento agrícola de este bien vital, mediante acequias y canales, que lo repartían, de manera justa y proporcional, por las distintas partes del término. Azud significa, barrera, división de las aguas, separación que tiene lugar en un punto concreto, estrecho, allí donde el barranco casi se estrangula y es posible ordenar, humaniza, domesticar aquellas alocadas y danzarinas aguas salvajes, mediante una pequeña presa que las contiene, remansa, serena y las encauza dándoles utilidad social.

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El azud de la “murtera” rezuma sabor morisco, este  año con mayor intensidad si cabe por aquello de celebrar cuatrocientos años de la triste, brutal y trágica fecha de su expulsión, a manos del duque de Lerma, valenciano para nuestra desgracia, que arrancó de sus tierras a quienes las trabajaban, cultivaban y regaban con estas misma aguas.

El azud de la murtera refleja, en las noches de verano, trémulas lunas enamoradas, que inquietas y apasionadas se bañan en sus frías aguas, antes de separarse mansas, por las acequias morunas, en busca de sedientas y fértiles tierras de cultivo.

Ocultas a los ojos del visitante accidental, discretas y transparentes, nacen, por una grieta o “badall” las aguas que dan nombre a esta fuente, situada en la parte inferior de la dura y negra roca que protege el flanco oriental del enclave. Tienen, entre los lugareños, fama de medicinales por su dureza y a pesar de ser poco conocidas, tal vez, es mi opinión, sean las mas sabrosas de todas las del municipio de Sella.

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Texto: Luis        Fotografía: Salvador

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