Viaje a Vitoria I

on viernes, junio 02, 2017

Escapada primaveral a Vitoria y San Sebastián.

De nuevo, por fortuna, podemos viajar y conocer otra realidad geográfica y cultural diferente a la habitual. Mariló y Salvador; Eva y Luis componen en esta ocasión el reducido grupo dispuesto a compartir aventuras estéticas y gastronómicas.

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Tras hacer noche en Aranda del Duero, saborear un excelente vino de la zona y reposar tranquilamente en un hotel rodeado de viñedos; despertamos castellanos audaces y valientes, dispuestos a cabalgar la llanura, hasta alcanzar y atravesar las montañas que nos separan del norte.

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Durante el trayecto contemplo y escribo:“El Duero vertebra la tierra poblada de viñas que, en esta época del año, se desperezan del sueño invernal. Sus primeros brotes verdes surgen con fuerza de los retorcidos sarmientos que se hunden en el suelo. Esta Castilla tan serena y extensa, cubierta de azul me llena de paz.”

La recta es la distancia perfecta para descubrir en el horizonte grandes masas de nubes blancas, esponjas algodonosas que pueblan el espacio celeste, advirtiendo que el rumbo del norte es correcto. Entre los prados aparecen algunos corrales de piedra sobre suaves y benignas lomas; recuerdos de un pasado ganadero.

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Algunos chopos, pinos, encinas y álamos sobre alfombras monocordes de ocre visten este delicioso paisaje. Los rayos del mediodía penetran verticales y llenan de colores este cuadro del que el destino ha querido que formemos parte. La mañana avanza lenta. De pronto el gris nos sorprende, estamos en Vitoria. Ahora el verde se intensifica y la naturaleza lo premia con tonos vivos amarillos que encienden la vista.

Vitoria nos saluda y da la bienvenida con una dulce, fría y mansa lluvia, en ocasiones convertida en blancos copos de nieve de flotan en el aire. Casi sin advertirlo y protegidos por el imprescindible paraguas nos hallamos sentados en Sagartoki donde la contemplación de una exuberante barra de pinchos provoca una caudalosa segregación de jugos gástricos.

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Bien asesorados nos entregamos a degustar aquellos suculentos manjares capitaneados por un huevo frito invertido. Un bocado suficiente para saborear la maestría culinaria del chef, mejor tapa de no se qué. Un vino blanco acompaña esta primera incursión en la mesa. Vitoria, tras varias rondas, se muestra atractiva, interesante, digna de nuestra estancia. Cerramos el festín con una tabla de quesos con membrillo bien acompañado de otro espectacular tinto de Rioja.

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La buena comida es un arte que rejuvenece y aporta calorías energéticas y eufóricas, que nos trasportan a estadios de bienestar. Alrededor de una mesa circular cuatro alicantinos saborean el aire del norte.

Luis Soler

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