Miradas Y Conversaciones VI

on miércoles, febrero 01, 2017

El peligro de convertirse en Narciso

Robert Graves, en “Los mitos griegos” cuenta que Narciso era un tespio hijo de la ninfa azul Liriope, a quien el adivino Tiresias le había vaticinado que llegaría a ser muy viejo, mientras no se conociera a sí mismo. Su belleza era extrema y de muy joven ya había rechazado a múltiples amantes de ambos sexos a los que había despreciado con crueldad, pues se sentía obstinadamente orgulloso de su gran belleza.

También a la ninfa Eco rechazó y desprecio y como otros y otras muchas, languideció de amor y humillación. Aminias, uno de sus más deseosos pretendientes, se quitó la vida en la puerta de la casa de Narciso, invocando a los dioses para que vengaran su muerte.

El drama de Narciso se consumó cuando este llega a una fuente cristalina y transparente, en Donación, lugar de Tespia y cuando agotado se dejó caer sobre la hierba, junto al borde de la fuente, para saciar su sed y se ve reflejado en el estanque, se quedó mirando embelesado de sí y se enamoró de su reflejo. Finalmente acabó clavándose un puñal en el pecho y exclamando “Oh joven amado en vano, adiós”, mientras expiraba. Su sangre baño la tierra de la que brotó la flor blanca con una corola roja, la del narciso.

Narciso vive aislado centrado en su ego y no tiene salida al estar encerrado. No hay lugar para los otros ni para el cuidado de sí mismo; ni para la acogida, el encuentro con los demás y el cuidado ante la fragilidad humana…

Pero contamos con “instrumentos” para la resistencia: tenemos la palabra franca y autentica, la escucha atenta del otro y la conversación (que es danzar juntos); la reflexión -que con tanta urgencia se requiere- el dialogo interior, el conocimiento silencioso, que nos conecta con lo mejor de nosotros mismos y nos ayuda a salir de nuestra pequeña “jaula” y a vivir con entusiasmo y armonía con nosotros mismos, con los otros, con la naturaleza, con la fuente originaria…

Paco Buigues

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