Miradas Y Conversaciones XI

on domingo, abril 16, 2017

Viaje a un hermoso lugar… desnudo de identidad

El autobús, tras bajar del avión, le transportó durante unos 50 minutos por las carreteras de aquel lugar y le dejó frente a un hotel. Al bajar del autobús se dio cuenta que estaba desnudo. Se encontraba desnudo, vacío, sin identidad, sin saber bien quien era, que trazos y experiencias habían configurado su vida, en un lugar que no conocía y le era extraño.

Se sentía como un niño con una mirada nueva, abierto a cada una de las situaciones que los días en aquel lugar quisieran depararle. No estaba solo, ella iba con él a todas partes formando pareja y era también sus ojos y sus oídos, sus pensamientos, emociones y sentimientos y su apreciar, cuanto el lugar ofrecía.

Otra pareja (José y Charo) con quienes habían coincidido antes de subir al avión, trajeron a sus recuerdos, algunas situaciones y vivencias conjuntas, tiempo atrás: amigos comunes, espacios y fiestas compartidas. Pronto establecieron una buena sintonía y afinidad, que iría creciendo con el paso de los días.

Desde el hotel que ocuparon, habitación 3025 (próxima a la de Charo y José 3029) se divisaba un intenso mar de color azulado, conformando un hermoso paisaje marino. La luz que inundaba la habitación y el colorido de sus complementos, presagiaban una estancia muy grata. Sabríamos más tarde que el hotel “Almirante Farragut” recibía su nombre por un descendiente de emigrantes menorquines, desplazados a Florida.

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Esa primera tarde recorrieron juntos, ambas parejas, por la costa, pegados todo el tiempo al mar, los 6 kilómetros que separaban el Farragut de la población de Ciudadela, la segunda población de la isla que empezaban a conocer (Mahón, la capital, es el primer núcleo de población, que cobró importancia y pasó a ser en la práctica, la capital administrativa, política y cultural de la isla, con la ocupación en el siglo XVIII, por los británicos y la importancia comercial y militar de su puerto). Muy pronto, apenas iniciada la salida del núcleo de la población, se encontraron con una hermosísima y pequeña cala, donde un largo brazo de mar penetraba por una zona acantilada. Aquel debió ser un buen lugar para que los barcos piratas otomanos se escondieran y poder atacar por sorpresa a los barcos españoles, en tiempos del célebre pirata Barbarroja (que en 1533, “convertido en almirante de la flota otomana, unió sus fuerzas con las de Francisco I de Francia para desencadenar una contundente ofensiva contra Carlos V que le llevaría a conquistar Túnez y saquear las Baleares, Reggio, Niza y la costa catalana, a pesar de los esfuerzos del almirante genovés al servicio de España, Andrea Doria, a quien derrotó”).

Una placida caminata bajo un sol suave nos llevó cerca del puerto de Ciudadela, en donde la pareja desnuda (ella había tenido una rotura de astrágalo, que aún no había curado bien a pesar de estar en proceso avanzado de recuperación) decidió emprender el camino de regreso al hotel. Poco después se unirían José y Charo para hacer juntos el trayecto de vuelta.

Un hermoso recorrido de seis kilómetros de costa menorquina que dibujaba un lugar silencioso y tranquilo, con un inmenso mar azul y otro verde por la intensa vegetación que llenaba su orografía y la convertía en una pequeña reserva de la biosfera.

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Tras el cansancio por el largo paseo, era el tiempo de la cena. En una mesa de 6 personas compartimos comensalidad y disfrutamos de una copiosa y variada cena. Y lo haríamos sucesivamente durante los días de estancia en el hotel, en cada una de las comidas del día, en que coincidíamos (siempre en los desayunos y cena). Se sumaron a Charo y José y a la pareja desnuda, Rosa y Tomas, que también procedían de nuestra tierra alicantina y vivían actualmente en Muchamiel. Desde el primer momento arraigarían las simpatías mutuas.

Las tres parejas mantuvimos un breve rato de conversación, en la sala de fiesta del hotel. Unos primeros intercambios comunicativos y relacionales, para retirarnos pronto (unos antes que otros) tras el cansancio de un largo día.

Aquel hombre desnudo y sin identidad, había sido hoy, alternativamente, Amalia y Charo, José, Rosa y Tomas, la inmensidad del mar azul y los acantilados, la extensa vegetación que cubría buena parte de la isla… En un momento de lucidez, al caer en la cuenta que ese día era 1 de abril, recordó 40 años de vida compartida, con una mujer compañera querida, llamada Amalia y de tiempos difíciles y otros de felicidad y plenitud, vividos juntos. Era su cuarenta aniversario de casados, de vida compartida (casa, hijos, familiares, amigas y amigos, experiencias y afectos, algunos bienes pero pocos, para andar ligeros…)

Paco Buigues

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