Zamora Y Salamanca 3

on jueves, octubre 13, 2016

Quien visita Zamora siente la proximidad de Salamanca. El paisaje y la historia la sitúan, la aúnan en una común empresa: hacer resplandecer la belleza.

Temprano abandonamos el hotel sintiendo en el rostro la fresca presencia de la mañana castellana. Cuando el sol apenas deja notar su temperamental influencia sobre la llanura, nuestros pasos se unen a los numerosos visitantes que se acercan a contemplar su equilibrado conjunto arquitectónico y monumental.

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Salamanca
Ciudad dorada
Piedra de arenisca
Bien labrada.

La plaza Mayor siempre sorprende y cada vez que la visito crece su esplendor, su magnífica geometría. El murmullo y el silencio se alternan y se persiguen; alteran la imagen de perfección.

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Sobre una de las líticas paredes de la universidad un texto del Quijote. No recuerdo su literalidad, pero el mensaje del caballero dice así: La libertad, Sancho es un bien preciado, un don del cielo. Cuanta verdad.

Es esta una ciudad capaz de conservar y mantener unidas las piedras de dos catedrales:

La Vieja Románica
La Nueva Gótica
Ambas extraordinarias.

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Finaliza nuestra estancia y el regreso a Zamora se realiza por una extensa llanura ocre de encinas y alcornoques. Su delicada y profunda soledad invita a que el pensamiento se abandone y se pierda en la lejana línea del horizonte.

Paz en la tierra
Paz en el cielo.

Me despido de Zamora con este texto escrito poco antes de entrar en los molinos de piedra sobre el lecho del río:

El profundo silencio del atardecer, lo rompe el cantar del agua, el ladrido puro del perro y el paso cansado de una pareja enamorada que se da la mano. El Duero avanza sin descanso hacia el océano. Largo viaje. Siempre constante, eternamente consciente de su trabajo: ser camino, sendero de agua.

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Impresiones: Luis Soler/Salvador Marcilla

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