Debussy

on jueves, octubre 27, 2016

Debussy maestro y amigo de Manuel de Falla, también de Mallarmé, poeta impresionista autor de un poema hermético titulado “La siesta de un fauno”, que inspiró el famoso poema sinfónico de Debussy. Su estreno en 1894 produjo una impresión sensacional. Sus notas sugieren la silueta de un joven fauno amodorrado que sueña con deliciosas ninfas. Empleó 10 años en escribir, modificar, reescribir y pulir su opera Pelléas y Mélisande. Al oirla Gatti-Casazza, administrador general del Opera Metropolitan de Nueva York, en París, propuso al autor adquirir los derechos de la próxima, a lo que éste repuso que le nueva producción era sólo un proyecto. “Puedo esperar unos meses”, dijo Gatti, a lo que Debussy repuso enérgicamente: “Ese es el tiempo que me lleva la elección entre dos acordes.”

El tiempo es irrelevante en la creación. Dios creo el universo en siete días, algunos en ese tiempo, a veces, ni un verso. La fotografía condensa el fluir en una imagen. Elegir aquella que preside una frase significativa del orden temporal, depende del azar, paciencia, tenacidad... El artista no rehúye lo cotidiano pero busca en su devenir la esencia primitiva que lo desencadena.

El mestre Josep Vicent, tras su aspecto bonachón de hombre grande, esconde una suculenta sensibilidad; arrastra una conciencia de pueblo tardofranquista, relleno de juegos infantiles por las calles pobremente iluminadas, tras la jornada escolar. Su trastienda emocional está impregnada de olores otoñales, de todas las tonalidades posibles del rojo al caer el sol por la sierra del Aguilar. Lo sacro y lo profano, se refieren a lo interior y lo exterior: Lo próximo al nacimiento de la vida cada mañana al despertar y el desarrollo mecánico que a lo largo del día, hacemos para vivir.

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El mestre, gusta de lo selecto. La música de cámara, el pequeño grupo dónde nadie puede apoyarse en el otro, cada uno ejecuta su partitura que se une a la del vecino en un viaje hacia la excelencia. El error no importa, es un nuevo y sorprendente gesto original que actualiza el original. Vale el empeño, la intensidad, la delicadeza, la caricia, el tempo, el silencio, el sentimiento emocionado de tocar para el mundo.

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El director abre los brazos para abarcar y abrazar la notas. Contiene la respiración para aunar acciones conjuntas, comprender un acorde que inunda la atmósfera del recinto. Cierra los ojos para olvidarse del mundo y vivir, por un tiempo, otro mundo -tan diferente- que en ocasiones da pereza regresar. El peso de principio agarrota el gesto y es necesario soltar el aire para olvidar la responsabilidad y abandonarse en la interpretación.

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Bueno, Eva me llama para cenar, eso es lo que siento ante las fotos de José Vicente Asensi.

Lluís Soler. Octubre 2016.  / Imágenes: Salvador

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