Leyendas Armónicas

on martes, octubre 01, 2013

LEYENDAS ARMÓNICAS: EL CONCURSO FOTOGRÁFICO Y EL TIEMPO DE LA BELLEZA Y EL AMOR Por Paco Buigues

Cuando se propuso aquel concurso fotográfico en la barraca la Font de Sella, sobre “El verano de 2013”, pocos le dieron importancia y pareció no despertar mucho interés, pues como casi siempre serían Salvador y Carlos –los fotógrafos titulares en la nómina de la barraca- los que acabarían presentando algunas fotos…

Lo sorprendente fue que el interés por participar en el concurso fue creciendo y, todas y todos, se fueron impregnando del deseo de captar y mostrar la belleza de lo cotidiano: de un instante robado al amanecer o al atardecer, de un paisaje veneciano, de unas palomas sobre el tejado, de un museo mirándose en el espejo del rió, de un ninot coqueteando con la torre del Ayuntamiento, de un busto esculpido en la piedra de un pilar, de una familia feliz que disfruta de un feliz día de playa, de alguien que busca semiescondido al lobo, de un arco iris que presagia el final del verano…

Tanta calidad hubo en el repertorio de fotos presentadas a concurso, que el jurado, paradójicamente, declaró desierto el premio, como premio y reconocimiento a cada una de las fotos que habían capturado momentos mágicos, instantes sublimes, llenos de creatividad, sensibilidad, imaginación, emoción apasionada… Todas y cada una de ellas merecían el aplauso y el reconocimiento del jurado. Estos, llenos de admiración, entusiasmo y agradecimiento, premiaron con un largo aplauso y emocionada reverencia, todas y cada una de las obras y a sus autoras y autores.

Después de aquel concurso ya nada fue igual. Cada participante de aquella experiencia mantuvo abierto su corazón y su mente para captar la belleza de todo momento presente, de todo maravilloso momento: la viejecita que encorvada cruzaba el semáforo, con pasos muy, pero que muy cortos, mientras el color verde permanecía esperándola; el ángulo de casa decorado hace tiempo con aquel regalo de un buen amigo; las palmeras que enmarcaban bellos edificios de la ciudad; las nubes recortadas e iluminadas por el sol que se escondía detrás de ellas; la ropa tendida de infinitos colores; los pájaros que, juntos en el hilo de la luz, debatían la estrategia del día… Nada escapaba a la sensibilidad y amorosa emoción de aquellos concursantes, que un día descubrieron que todo instante, todo momento, cada persona, cada objeto, puede ser único, si es visto en su “talidad” -en la dimensión profunda de todo cuanto es-.

Sus vidas y sus ojos se llenaron de belleza y ya solo veían la belleza de este mundo: por fin se habían liberado de la ceguera y experimentaban el fuego del amor que libera de los prejuicios y llena la vida de la alegría verdadera.

Paco Buigues

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