Mañana nublada de churros. | Lugar donde un caballero, |
En este punto el cronista aclara que aquella tarde que todos partisteis en busca de experiencia nuevas, el aprovecho -sin éxito por cierto- para buscar en las librerías de Burgos el poema del mío Cid, y poder documentar el hecho según el cual la realeza se debía antaño a la nobleza y el pueblo y que en caso de escándalo o delito debía jurar en público su honesta dignidad y conducta.
Por aquellos años de la prolongada y larga reconquista Alfonso VI fue acusado de tener que ver con la muerte de su hermano mayor Sancho, asesinado en el asalto a Zamora, por el traidor Vellido Dolfos. El Campeador fue el encargado de exigir juramento divino al monarca, lo cual dice mucho de las libertades que el estado concedía a sus ciudadanos... pues no olvidemos que Burgos significa ciudad "burguesa" libre.
El cronista resta en profundo sueño mientras parte la cuadrilla en busca de "aventuras secretas". El móvil desconectado da muestras del profundo estado de letargo en el que se encuentra y envuelto en el mágico ambiente de libros, se olvida de conectar con la realidad. Ella, la esposa, llama y llama, sabedora del despiste que en ocasiones invade la mente del cronista, pero éste... vive en un limbo apacible alejado del frenesí de la sociedad, envuelto y revuelto entre quijotes, cides, poetas, literatos... deslumbrado y asombrado que en Burgos no dispongan siquiera de un ejemplar del poema del mío Cid, obra principal de la literatura castellana.
Decepcionado, abatido y triste al comprobar que cualquier petimetre aficionado dispone de centenares de ejemplares sobre las repletas estanterías, el viejo romance no conseguía un mínimo lugar ni en el lugar donde nació. Así andamos. Al menos el librero me reconoció, con estupor, que se sentía avergonzado por no poder atender mi petición y como burgalés y castellano, tomaba nota para que en un futuro, adquirir, al menos una unidad, para un hipotético y excéntrico solicitante... y hay que decir en su favor de comerciante, que hacía años que nadie lo pedía.
Ahí no acabaron las desgracias de este cronista pues metido en sus cosas se olvidó de conectar el móvil, haciendo silencio las múltiples llamada de la preocupada esposa. Aquella tarde no encontró el mío Cid, lo que halló fue verse inmerso en un batalla de reproches por su ausencia, falta de responsabilidad y otras reflexiones que aunque sinceras y hasta oportunas, no estaban justificadas, pues el cronista sólo se lamentaba del triste olvido que la sociedad actual concede a los tesoros de su historia.
Para que comprendáis mi pena acompaño esta crónica del fragmento del mío Cid donde el caballero exige juramento al rey. Salud y que no se os olvide llevar el móvil conectado, para evitar lo que a este cronista le ocurrió una tarde de mayo en la ciudad de Burgos.
NOTA: Adjunto el romance del juramento para que ilustre esta crónica y de fe del control al que estaba sujeto el poder. Jurar en público en aquello años no era cosa sencilla.
ROMANCE XX ES EL DE LA JURA DE SANTA GADEA
En Santa Gadea de Burgos Villanos te maten, rey, Las juras eran tan fuertes | Aqueso ser, buen rey, Ya se partía el buen Cid Anónimo |
Texto: Lluís Soler Fotografía: Salvador
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