Burgos

on lunes, julio 11, 2011

Mañana nublada de churros.
Aire fresco y puro
preside el paseo paralelo
al Arlanzón, que baja frio y duro.
 
Ciudad de nobleza señorial,
tal vez hasta imperial,
en su historia medieval.


Lugar donde un caballero,
campeador y guerrero,
exigió juramente divino
a Alfonso VI, rey soberano,
por lo cual el castellano
desterrolo de su reino.

 IMG_8763ah1

En este punto el cronista aclara que aquella tarde que todos partisteis en busca de experiencia nuevas, el aprovecho -sin éxito por cierto- para buscar en las librerías de Burgos el poema del mío Cid, y poder documentar el hecho según el cual  la realeza se debía antaño a la nobleza y el pueblo y que en caso de escándalo o delito debía jurar en público su honesta dignidad y conducta.
 
IMG_8720a  Por aquellos años de la prolongada y larga reconquista Alfonso VI fue acusado de tener que ver con la muerte de su hermano mayor Sancho, asesinado en el asalto a Zamora, por el traidor Vellido Dolfos. El Campeador fue el encargado de exigir juramento divino al monarca, lo cual dice mucho de las libertades que el estado concedía a sus ciudadanos... pues no olvidemos que Burgos significa ciudad "burguesa" libre.
 
El cronista resta en profundo sueño mientras parte la cuadrilla en busca de "aventuras secretas". El móvil desconectado da muestras del profundo estado de letargo en el que se encuentra y envuelto en el mágico ambiente de libros, se olvida de conectar con la realidad. Ella, la esposa, llama y llama, sabedora del despiste que en ocasiones invade la mente del cronista, pero éste... vive en un limbo apacible alejado del frenesí de la sociedad, envuelto y revuelto entre quijotes, cides, poetas, literatos... deslumbrado y asombrado que en Burgos no dispongan siquiera de un ejemplar del poema del mío Cid, obra principal de la literatura castellana.
 
Decepcionado, abatido y triste al comprobar que cualquier petimetre aficionado dispone de centenares de ejemplares sobre las repletas estanterías, el viejo romance no conseguía un mínimo lugar ni en el lugar donde nació. Así andamos. Al menos el librero me reconoció, con estupor, que se sentía avergonzado por no poder atender mi petición y como burgalés y castellano, tomaba nota para que en un futuro, adquirir, al menos una unidad, para un hipotético y excéntrico solicitante... y hay que decir en su favor de comerciante, que hacía años que nadie lo pedía.
 
IMG_8726a  Ahí no acabaron las desgracias de este cronista pues metido en sus cosas se olvidó de conectar el móvil, haciendo silencio las múltiples llamada de la preocupada esposa. Aquella tarde no encontró el mío Cid, lo que halló fue verse  inmerso en un batalla de reproches por su ausencia, falta de responsabilidad y otras reflexiones que aunque sinceras y hasta oportunas, no estaban justificadas, pues el cronista sólo se lamentaba del triste olvido que la sociedad actual concede a los tesoros de su historia.
 
IMG_8707a  Para que comprendáis mi pena acompaño esta crónica del fragmento del mío Cid donde el caballero exige juramento al rey. Salud y que no se os olvide llevar el móvil conectado, para evitar lo que a este cronista le ocurrió una tarde de mayo en la ciudad de Burgos.
 
NOTA: Adjunto el romance del juramento para que ilustre esta crónica y de fe del control al que estaba sujeto el poder. Jurar en público en aquello años no era cosa sencilla.


IMG_8831ah

                       ROMANCE XX ES EL DE LA JURA DE SANTA GADEA

En Santa Gadea de Burgos 
do juran los hijosdalgo, 
allí toma juramento 
el Cid al rey castellano, 
sobre un cerrojo de hierro 
y una ballesta de palo. 
Las juras eran tan recias 
que al buen rey ponen espanto.

Villanos te maten, rey, 
villanos, que no hidalgos; 
abarcas traigan calzadas, 
que no zapatos con lazo; 
traigan capas aguaderas, 
no capuces ni tabardos; 
con camisones de estopa, 
no de holanda ni labrados; 
cabalguen en sendas burras, 
que no en mulas ni en caballos, 
las riendas traigan de cuerda, 
no de cueros fogueados; 
mátente por las aradas, 
no en camino ni en poblado; 
con cuchillos cachicuernos, 
no con puñales dorados; 
sáquente el corazón vivo, 
por el derecho costado, 
si no dices la verdad 
de lo que te es preguntado: 
si tú fuiste o consentiste 
en la muerte de tu hermano.

Las juras eran tan fuertes 
que el rey no las ha otorgado. 
Allí habló un caballero 
de los suyos más privado: 
Haced la jura, buen rey, 
no tengáis de eso cuidado, 
que nunca fue rey traidor, 
ni Papa descomulgado. 
Jura entonces el buen rey 
que en tal nunca se ha hallado. 
Después habla contra el Cid 
malamente y enojado: 
Mucho me aprietas, Rodrigo, 
Cid, muy mal me has conjurado, 
mas si hoy me tomas la jura, 
después besarás mi mano.

Aqueso ser, buen rey, 
como fuer galardonado, 
porque allí en cualquier tierra 
dan sueldo a los hijosdalgo. 
Vete de mis tierras, Cid, 
mal caballero probado, 
y no me entres más en ellas, 
desde este día en un año. 
Que me place dijo el Cid. 
que me place de buen grado, 
por ser la primera cosa 
que mandas en tu reinado. 
Tú me destierras por uno 
yo me destierro por cuatro.

Ya se partía el buen Cid 
sin al rey besar la mano; 
ya se parte de sus tierras, 
de Vivar y sus palacios: 
las puertas deja cerradas, 
los alamudes echados, 
las cadenas deja llenas 
de podencos y de galgos; 
sólo lleva sus halcones, 
los pollos y los mudados. 
Con el iban los trescientos 
caballeros hijosdalgo; 
los unos iban a mula 
y los otros a caballo; 
todos llevan lanza en puño, 
con el hierro acicalado, 
y llevan sendas adargas 
con borlas de colorado. 
Por una ribera arriba 
al Cid van acompañando; 
acompañándolo iban 
mientras él iba cazando.

Anónimo

Texto: Lluís Soler                             Fotografía: Salvador

0 comentarios:

Publicar un comentario