Segundo Día: Mérida

on sábado, mayo 08, 2010

Nos recibe esta hermosa e histórica ciudad con aire de solemne monumentalidad, que se desprende de la elegancia señorial de sus edificios, sus plazas, calles, con un estilo personal y propio advirtiendo al visitante que no fue casual ser elegida por diferentes y diversas culturas, para establecer allí su residencia.

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Desde el centro de recepción del turista (palabra que no me gusta) nos aproximamos al conjunto arquitectónico del teatro romano. Contemplar aquellas ruinas, aquella reminiscencia del pasado, impacta, provoca una cura de vanidad y otra de humildad, al observar la grandiosidad, el equilibrio, la belleza estática y majestuosa de aquella civilización, al tiempo que relativiza la soberbia de esta sociedad tecnificada.

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Una de las primeras aproximaciones al concepto de belleza fue definirla como sinónimo de orden y equilibrio. Allí, frente al pórtico del anfiteatro, siguiendo la verticalidad cilíndrica de sus columnas, entendí el significado clásico de “belleza”. La luz cálida de la mañana, la soledad graciosa del mes de abril… sentado en un peldaño alto de la plebe, me transportaron en el tiempo y por unos instantes fui ciudadano libre escuchando sonoros versos de Ovidio o Séneca.

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Los minutos se multiplican ahogando la mesura del tiempo y las imágenes reales se confunden con las mentales, provocando un caos, una agradable confusión que se rompe con la llamada acuciante a posar con el grupo, para inmortalizar el momento.

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Festival Teatro Clásico, 18 junio 1933. Placa que anuncia una nueva etapa. Otras voces representaran obras clásicas dando vida a estas piedras milenarias. Celebro con satisfacción que la República fuera la responsable de esta iniciativa. Margarita Xirgú y Nuria Expert, dos magníficas damas del teatro dan testimonio de la continuidad del festival.

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La trasera del anfiteatro se resuelve de manera natural con un cuidado jardín, donde el canto de los pájaros pone música, cerrando el círculo, ejemplo geométrico perfecto de belleza clásica, que aquí se goza y se festeja.

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La comida nos reconforta lo suficiente como por la tarde visitar la Alcazaba árabe a los pies del Guadiana que alimenta los aljibes que a su vez alimentaban y saciaban la sed de la población, en momentos difíciles.

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La tarde, por contraste primaveral, nos saluda con una ligera e incómoda lluvia. Desde lo alto de la muralla, bajo un cielo gris, contemplo el Guadiana, poderoso, crecido. El embrujo de esta culta civilización aun se respira en el ambiente.

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Dejamos la fortaleza para desplazarnos hasta la villa de los mosaicos. La arqueología se aúna con los intereses económicos y turísticos, permitiendo disfrutar de los restos históricos desde una plataforma elevada que recorre el conjunto. Me agrada la distribución de la vivienda alrededor de un amplio patio central bordeado por una acequia que proporciona a la familia ese exquisito elemento de vida y alegría. A ese natural punto geométrico conducen las diferentes estancias, tomando como regalo la luz del día y en las noches tórridas de verano las fresca fragancia que las plantas y los árboles desprenden.

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Mérida y en general Extremadura ha sabido rentabilizar al máximo toda la herencia del pasado. En unos tiempos complicados, la cultura también puede aportar, a la economía, un plus que nos ayude a superar la crisis.

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Texto: Lluis Soler                               Fotografía: Salvador

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente reportaje.

El apoyo del texto a las imágenes (y al revés), ofrecen un documento definitivo y TOTAL.

La mejor demostración de como debe realizarse un trabajo de este tipo.

La calidad fotográfica es manifiesta.

Felicidades.

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