Miradas Y Conversaciones

on viernes, septiembre 08, 2017

Un concierto en el maravilloso escenario de Serra Gelada en Altea

Invitados por nuestra amiga Marisol, el miércoles 25 de julio, viajamos a pasar el día en la bella ciudad costera de Altea, donde vive (ahora con su madre de 96 años y una gran lucidez) desde hace muchos años. Comimos con ella y con su hija Noemí envueltos por gratas conversaciones amicales, educativas y terapéuticas (Noemí es psicóloga y actualmente ejerce de maestra de Pedagogía Terapéutica, este año en el IES de la Nacía) en un restaurante del Albir, con terrazas pegadas al mar, desde donde se divisaban unas estupendas vistas de la costa hasta el Peñón de Ifach en Calpe.

A las 8 de la tarde teníamos cita, en el espectacular escenario del Faro de Serra Gelada, con un concierto musical de cuerda a cargo de alumnos venidos de distintas partes de nuestro país y de Europa, a realizar un curso especializado con profesorado reputado, entre cuyas prácticas estaban la organización de varios conciertos en la ciudad de Altea.

Emprendimos el camino a pie (no está permitido el acceso en vehículo) de los dos kilómetros y medio que llevan hasta el Faro, donde se celebraría el concierto de violines, violas y violonchelos. Algunas fotos mientras recorríamos el camino dan cuenta de la belleza del paisaje…

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Al fondo de esta foto de encima se divisa el Faro de la Serra Gelada, al que seguramente se le dio este nombre, porque en valenciano una serralada es una cordillera litoral y algún funcionario, al realizar la traducción al castellano (en tiempos en que hablar en la lengua propia se reprimió con fuerza), le sonó a Sierra Helada. Al recuperar la lengua propia de la zona, el valenciano, se ha quedado con la Serra Gelada. Hay otras versiones, pero más inverosímiles.

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El concierto contó con diversas actuaciones desde violinistas solistas hasta cuartetos musicales que, con un público entendido, atento y entregado, nos hicieron vivir una inolvidable experiencia musical: los sones de violines, violas y algún violonchelo, el paisaje marino que envolvía el Faro, la puesta del sol, el silencio del anochecer (muchos lenguajes poéticos simultáneos) nos permitieron experimentar una vivencia cuasi mística.

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Tras la foto final a todas y todos los participantes en el concierto, la preciosa vista de la playa del Albir, desde el Faro, nos recordaba que un trayecto de vuelta a pie de dos kilómetros y medio, quedaba todavía pendiente. Llegábamos 35 minutos después y tras pasar por la casa de la anfitriona, el Peugeot 307 azul, nos traía de vuelta a casa. Eso sí, no sin el compromiso de volver el sábado siguiente, 29 de julio, al concierto final de clausura del curso, en el Casa de la Cultura del Albir, en Alfaz del Pi y disfrutar de cena posterior con nuestra amiga Marisol.

Paco Buigues

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