Zamora Y Salamanca

Viajar es salir, visitar, compartir, escuchar, dialogar, sentir, mirar, amar… vivir sin la cotidiana atadura de la rutina diaria. Este viaje se inscribe en el registro de la tranquila contemplación del paisaje castellano, la admirada elegancia de sus románicas iglesias, el suave y lento discurrir –como nuestras vidas- del dorado Duero, el sabor primario de productos naturales como el pan y el vino, el intenso silencio dormido en sus calles y plazas, la inmensa llanura que nos aleja, separa y protege del ensordecedor progreso.

Ante la magnitud estética del conjunto el cronista se aventura en un intento de condensar sus impresiones al ritmo dialéctico del vals que recoge y capta la mirada siempre oportuna y exacta del observador paciente. Sirva de ejemplo la siguiente muestra, respuesta a “lo que vio el viento del oeste”, Preludios 1910. Claude Debussy:
http://tidido.com/a35184374166896/al55f0dbdda5f3907573605b04/t55f0dbdfa5f3907573605c5a

Sobre la torre
La cigüeña vigila
El viento del este.

En esta ocasión el cronista resta atrapado y enamorado del encanto de una luna que se levanta desde el lecho horizontal del suelo y asciende luminosa hacia el marco estrellado del cielo.

Sobre el puente
La luna llena
Nos mira con pena.

Tras el primer impulso y superar, no sin dificultad, la “prueba” de Madrid nos detenemos, para reponer fuerza en el figón de Arévalo:

Se inicia el viaje con ganas
Tabla de jamón y quesos
Y chuletillas castellanas.

Recuperados lo niveles vitales, el comentarista se adormece al compás de una canción de cuna y el monocorde balanceo del vehículo que recuerda aquel épico recorrido del caballero y su escudero:

Luz de la meseta
Serenidad y calma
Al paso de la carreta.

Superada la crisis y llevado por un solidario espíritu de sacrificio, el cronista se suma a la vigilia vespertina que estoicamente sufre nuestro conductor.

Castilla es siempre lejanía
Que la distancia atempera
Si es buena la compañía.

Cuando el silencio se apodera de la conversación, permite al cronista otear el horizonte y recoger esta idílica pero veraz estampa:

Blancas nubes algodonosas
Bajo un cielo azul intenso
Flotan ligeras y perezosas.

Casi sin darnos cuenta, como trasportados en el tiempo, nos encontramos en un territorio tan rico en cultura como buenos vinos.

Medina del Campo y Tordesillas
Historia antigua, tapizada
De tierras ocres y amarillas

Para concluir esta primera etapa recurre el cronista al castizo sentir castellano, esencia de seriedad y claridad: al pan, pan y al vino, vino.

Vid y trigo
Alimento vital
Sustento espiritual.

Impresiones: Luis Soler/Salvador Marcilla