Desde el primer momento Zamora nos enamora. La facilidad del pareado no es exagerado. La amplitud, sosiego; su tranquila coexistencia con el entorno se transmite con prontitud y rapidez a la conciencia del visitante.
Sus 24 iglesias románicas la convierten, sin duda, en capital europea de este singular, humilde, acogedor por humano, atractivo y cercano arte religioso.
La profunda espiritualidad
Zamorana, reposa en el silencio;
Bien escaso en la actualidad.
El primer encuentro con la ciudad histórica, recogida y protegida por fuertes y poderosas murallas, invita trasladar el pensamiento a tiempos pasados, impregnados de romances y batallas, de enfrentamientos entre hermanos y traiciones capaces de torcer el destino de una ciudad.
El tiempo duerme en sus monumentos
Impregnados de viejos recuerdos,
Imposibles de captar en unos momentos.
El monarca leonés reparte el reino entre sus hijos, sembrando con ello la discordia, hija de la envidia, esposa del poder y madre de la ambición. Enfrentamientos y asaltos a castillos, marcará la historia de Zamora, con Urraca y Vellido (también Bellido) Dolfos, El Cid, Sancho II y Alfonso sus protagonistas principales:
El reino de León
La altiva Castilla
Rivalidad y ambición.
Pero Zamora es más que historia, es cultura y es paisaje, gastronomía y teatro con algo de brujería escondida en las entrañas húmedas de sus molinos (verdaderos barcos de piedra) a orillas del Duero.
Zamora une su destino
Estático, al fluir dinámico
Del Duero, acuático camino.
Impresiones: Luis Soler/Salvador Marcilla
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