Sinceridad En La Pintura

on domingo, junio 14, 2015

La pintura es la actividad que refleja aquella sensación interna que demanda ser expresada externamente. Tal experiencia está al alcance de todos, pero no todos disponemos de recursos técnicos para convertir en una obra de arte. Hoy, víspera de un cambio notable en el tablero político de nuestro país, lo celebro con el siguiente comentario que sobre la Madonna Sixtina de Rafael, realiza Nietzsche poco antes que turbaran sus exquisitos pensamientos:

RAFAEL_-_Madonna_Sixtina_(Gemäldegalerie_Alter_Meister,_Dresde,_1513-14._Óleo_sobre_lienzo,_265_x_196_cm)

Rafael se sentía muy inclinado a la Iglesia (siempre que ésta pudiera pagarle) a las materias de fe cristiana. No dio un paso tras las exigencias y los éxtasis de la piedad de sus clientes; conservó su sinceridad incluso en este cuadro excepcional que es la madonna de la Capilla Sixtina, destinado primitivamente a un estandarte de procesión. En este caso ideó pintar una visión, pero una visión tal y como pudieran tenerla – y como realmente la tendrían- los nobles jóvenes sin fe: la visión de una futura esposa, de una mujer inteligente, de alma noble, callada y muy bella, que lleva en sus brazos a su hijo recién nacido. Que los antiguos, habituados a las plegarias y a las adoraciones, como el digno anciano que aparece a la izquierda del cuadro, veneren en ella algo sobrenatural. Nosotros los jóvenes –parece decirnos Rafael- hemos de fijarnos en la esbelta joven de la derecha que, con su mirada provocadora y nada devota, se dirige a los espectadores del cuadro como insinuándoles: ¿verdad que esta madre con su hijo constituye un espectáculo agradable y tentador? Su rostro y su mirada lanzan un destello de alegría sobre la cara de quienes contemplan el cuadro: es la forma que tiene el artista de gozar de su creación, añadiendo su alegría a la que los que contemplan el cuadro. Para la expresión mesiánica en la cabeza del niño, Rafael, hombre sincero que no quería pintar estados anímicos en los que no creía, supo quedar bien y sinceramente con sus admiradores creyentes: pintó ese juego de la naturaleza, nada raro, consistente en unos ojos de hombre en la cara de un niño, los ojos de un hombre valiente y generoso que observa una miseria. Tales ojos requieren una barba; la falta de ésta y la unión de dos edades distintas expresadas en un mismo rostro, representan la agradable paradoja que los creyentes han interpretado a la luz de su creencia en el milagro; pero el artista ya esperaba esto de su arte para interpretar y sustituir.

Se completa esta obra con un par de dulces ángeles contemplando la composición con un aire de cómica complicidad. Si bella es la obra del joven Rafael no menos profunda, incisiva y atrevida es la observación del filósofo.

Me siento satisfecho por el simple hecho de compartir estas deliciosas manifestaciones artísticas, salvando la distancia y el tiempo, elementos irrelevantes gracias al trabajo de “algunos hombres/mujeres buenos”. Salud y que lo disfrutéis.

Lluís Soler 2015.

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