La Font Viaja a Madrid

on domingo, mayo 04, 2014

El pasado 27 de febrero la barraca la Font realiza otro de sus frecuentes viajes, esta vez a Madrid. Entre los apuntes tomados y los recuerdos sedimentados en la memoria… y antes de iniciar el siguiente, deposito en este lugar de encuentro que Salvador pone a nuestra disposición, una breve reseña personal de aquellos días de invierno en aquel Madrid imperial de los Austrias.

Recuerdo el impacto visual, emocional y artístico que representó mi primera visita y el hondo significado dejó en mi conciencia. La monumentalidad de sus palacios, la sonoridad de sus calles, el bullicio vital, la cantidad y calidad de obras de arte, la musicalidad de sus plazas y jardines… en fin un agradable contraste entre la humilde grandeza del pueblo mediterráneo del que procedía y la soberbia sencillez de la arquitectura intelectual y física de aquella ciudad mesetaria.

La historia se acumula en las piedras de los edificios, en sus fuentes, mercados… en el ambiente y al pasear por sus calles se percibe, se siente, se saborea. La plaza del Sol, la carrera de San Jerónimo, el Congreso, el Pardo, el Retiro, la plaza Mayor, el palacio de Oriente, el teatro real… por no citar otros, poseen prestancia y elegancia, la gracia artística, expresión del poder económico, militar, eclesiástico concentrado en este lugar.

La grandiosidad del arte precisa de la ayuda financiera para modelar estas impresionantes (de impresión, impacto emocional) obras, innecesarias y en ocasiones causantes de desigualdades injustas. La monarquía, la nobleza, los burgueses terratenientes y capitalistas, concentró aquí, su riqueza, influencia y dinero, convirtiendo esta tierra en el foco principal de la sociedad española.

La academia de bellas artes me sorprende por su escueta seca belleza. Un edificio sobrio encierra una abundante colección de cuadros de los pintores más sobresalientes, que no los mejores, pues en arte no debe establecerse grados de comparación, tan solo ajustes personales en relación a la coincidencia entre el autor y el observador.

De todas estas imponentes obras, fijo mi atención en el grabado de Goya, Volaverunt. Me detengo ante este pequeño grabado. La dama vuela extendiendo su manto. Sobre la oscuridad destaca su figura enigmática y misteriosa. Vuela, se eleva y se desvanece. Abre los brazos en un potencial abrazo, al tiempo que despliega sus negras alas y con ellas se desplaza sin impedimentos morales, sin condicionantes temporales.

Durante el desayuno del primero de marzo nos enteramos de la grave crisis que enfrenta a Europa y Rusia en las frías tierra de Ucrania. Desde entonces y hasta el momento actual han pasado un par de meses y la tensa situación se mantiene, provocando una triste espera, en la confianza que el diálogo consiga alejar los negros nubarrones de dolor y sufrimiento que amenazan la convivencia.

Luis Soler

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