DOS BREVES HISTORIAS…

on sábado, septiembre 21, 2013

DOS BREVES HISTORIAS PARA UNA APROXIMACIÓN A LO HUMANO Por Paco Buigues Tro.

1. Los primeros humanos, todos africanos…

“Hace solo 60.000 años, los primeros humanos eran todos de la misma familia y vivían en África. Unas 2.000 generaciones atrás, nuestros tatatatatatatatarabuelos pertenecían todos a la misma familia humana. Después emprendieron largos viajes, recorrieron cientos y cientos de kilómetros y atravesaron océanos, desiertos y grandes zonas heladas.

Cada lugar de la tierra donde vivían los humanos ofrecía alimentos diferentes según soplara el viento, según cayera la lluvia, según calentara el sol. Dependiendo de cómo los mirara el sol, de las heladas y visitas del frió y de las diferentes cosas que comían, la piel de las personas se pintó de colores distintos y sus ojos y rasgos de la cara se hicieron de formas variadas y diversas. De sus aventuras por los diferentes lugares del mundo, comenzaron a contar historias que pasaban de padres a hijos y crearon muchas maneras de hablar y de vivir. Construyeron casas, pueblos y ciudades de formas muy distintas y tejieron ropas de diferentes colores y texturas. Cocinaban alimentos de variados olores y sabores; siempre según soplara el viento, los mojara o no la lluvia y los calentara más o menos el sol…Y con estas diferencias se nos olvido que todos pertenecemos a la misma familia humana (que todos somos realmente primos y hermanos)

2. Procedemos de la biología del amor y necesitamos que nos miren, nos reconozcan y nos aprecien, para que la vida nos vaya bien…

Nosotros nos parecemos geneticamente a los chimpancés, a los gorilas y otros animales superiores. Pero nos hicimos personas humanas (esto es que además de tener emociones, hablamos y conversamos, pensamos y sabemos construir toda clase de aparatos y edificios…) precisamente porque aprendimos a vivir juntos, a estar a gusto juntos, a trabajar y a cazar juntos, a ser tiernos y cariñosos con las niñas y niños que nacían en nuestra familia, en nuestro grupo. Así es que a diferencia de los animales nacen una sola vez, las personas -los niños y niñas- necesitamos nacer dos veces: necesitamos nacer y existir. Y para existir (además de que nos alimenten como necesitan todos los animales) para tener una vida de personas, de niños y niñas, necesitamos la mirada y la voz de la mamá y del papa o de personas cercanas. Que nos miren, que nos abracen, que nos digan cosas, que nos quieran, que nos traten con ternura y con cariño. Si no tuviéramos al lado personas que nos miran y nos reconocen y nos aprecian, no podríamos vivir como personas humanas y enfermaríamos o no llegaríamos a humanizarnos. (El caso de las niñas indias criadas por una manada de lobos, que no pudieron llegar a humanizarse, a pesar de vivir entre humanos cuando fueron encontradas a los 5 y 8 años)

Un niño o una niña piensa y siente: si me miran bien, existo y vale la pena vivir. Si no me miran, si me ignoran, si no me hacen caso, si nadie me estima no vale la pena vivir. De ahí nos ocurre que a todos y a todas, cuando crecemos nos gusta que los otros nos miren, nos reconozcan, nos hagan caso, nos traten bien, nos aprecien; no podemos vivir bien sin familia, amigos, compañeros y compañeras, sin personas a nuestro alrededor, en las que podemos confiar y sabemos que nos aceptan, nos respetan, nos quieren.

Así es que esta es nuestra necesidad bioevolutiva, que en cualquier lugar donde estemos -en la familia, en el grupo de amigos, compañeros, en el colegio, en el trabajo, en la asociación o barraca, etc.- necesitamos que nos traten bien, nos reconozcan y nos aprecien, si no nos sentimos mal y podemos enfermar. ¿Por qué acaso no hemos descubierto que lo que nos sienta bien, es estar en armonía y amorosamente con nosotros mismos y con los demás?

Conviene recuperar la vieja prescripción médica: amen para vivir y vivan para amar. Este es el tiempo para que emerja históricamente el amor verdadero, que es religar toda la vida y que estemos a la altura de lo humano y cuidemos del planeta y de todos cuantos lo habitamos.

Paco Buigues

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