El agua, bien celestial, desciende en forma de lluvia para alimentar la vida. En la simbología profunda el trueno representa la revelación y la lluvia la gracia, o sea el don divino que permite la comunicación entre lo humano y lo divino.
Sea como fuere, la sensación de placidez, por parte de la gente del campo mediterráneo, ante la lluvia es un hecho observable, más allá de los beneficios agrícolas que el agua pueda producir en los cultivos. Se percibe, en el rostro de los agricultores, una alegría íntima, interna, difícil de expresar, que sabe a recuperación de acuíferos que alimentaran por un tiempo los manantiales y las fuentes.
El agua celeste, por su pureza, se recoge para proceder, simbólicamente, a la limpieza espiritual de los feligreses, antes de entrar en el templo. Cuando el agua rueda por la tierra se materializa, se mineraliza, en definitiva se humaniza, adquiriendo “sabor” y propiedades particulares en función de la combinación de elementos que el azar y la composición química del suelo le aporta.
Agua, bien divino, universal,
Que anima y da la vida
Que brota por la boca del manantial
Para embellecer el planeta.
Sea como fuere, el poeta lo percibe de este modo:
Agua, bien divino, universal,
Que anima y da la vida
Que brota por la boca del manantial
Para embellecer el planeta.
Con esta personal introducción deseo adelantar cualidades, que el entorno y el agua de la Alcántara, merecidamente tienen ganadas. De sobra es conocida la inalterabilidad de su caudal, su variación parece ajena a los periodos de mayor o menor pluviosidad. Dice la tradición popular que ello se debe a su procedencia, profunda y lejana, y que por lo tanto está libre de los altibajos climáticos. En cuanto a su “sabor”, blando, dicen algunos, la convierte en tolerable para todos los estómagos y muy apreciada para aquellos propensos cálculos renales.
Sea como fuere, lo cierto es que esta fuente tiene su clientela, abundante y fiel, por lo que nos hace sospechar que lo dicho por la tradición popular algo tendrá de verdad.
Para llegar hasta este paraje, desde el salt, hay que ascender, siguiendo el curso del río Sella y tras saludar, a la izquierda y a la derecha, las bellísimas huertas que adornar y aromatizan el valle, descubrir el puente que cruza y une ambas laderas y que queriendo o sin querer da nombre al conjunto, ya que Alcántara significa justamente puente.
Pues bien amigos y amigas, aprovecho el puente para pasar, de momento, al otro lado del blog, en la confianza que esta colaboración literaria y fotográfica haya entretenido, por lo menos en tiempo invertido en su lectura. Si iniciamos este reportaje con un poema de Jesús Soler, permitid que sea otro poema sobre la Alcántara quien cierre este bloque. Gracias por vuestra comprensión y hasta otra.
Luis Soler
LA ALCÁNTARA
Que hermosa fuente “La Alcántara”
Cuyas aguas cristalinas
De pureza insuperable,
Discurren por las acequias
Fecundando todo el valle.
Puentecito de la Alcántara
Sobre las aguas de l’Arc,
Que bajan tarareando
Su melodioso cantar.
La cueva de San Francisco,
Las eras y la pinada,
Son lugares preferidos
Cuando la mona de Pascua.
Y entonces ya en primavera
Con el campo renacido,
La juventud bullanguera
Invade el valle florido.
Y en la fuente y en la pinada,
Y en las eras y en el río,
Retoza a muchachada
Con sus cantos y sus gritos.
¡Quien pudiera retornar
A esa juventud dorada
Y en los corros entonar
La canción de la Tarara!
Jesús Soler
Texto: Lluís Fotografía: Salvador Poema: D. Jesús
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