Impresiones a Bote Pronto…

on domingo, junio 28, 2009

 …Sobre el conjunto Monumental de “La Granja de San Idelfonso”

Nuestro último día de excursión se desarrolla en la Granja, conjunto que por conocido y visitado siempre amenaza escéptica reserva, pero que luego se crece y conmueve, y si a ello añadimos una mañana fría, primaveral y premiada por la presencia de la tardía nieve, convierte en espectáculo, lo que se presentía una pesada visita.

                                                La nieve blanquea
                                                el paseo de entrada.

                                                Dulces jardines
                                                Hermosos parterres
                                                Delicados pensamientos
                                                Multicolores.

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Entramos al Palacio Real y una desbordante y exagerada colección de tapices ahoga la proporción y sentido de la capacidad de digerir la riqueza.

De los tapices pasamos a las salas de pintura. Oleos y más oleos de dimensiones solo pensadas para paredes de palacios. El mármol del suelo, la madera de las puertas, la riqueza decorativa de las paredes, mas las pesadas cortinas, convierte en despilfarro exagerado la belleza entendida como lujo.

La familia de Felipe V cuadro copia de Lozano del Valle, siglo XIX, del original de Louis Michel van Loo, gigantesco, soberbio, nos presenta rostros empolvados, pelucas que cubren cabezas reales, llenas de piojos. El cuadro refleja la familia reunida el año 1720 en esta granja adquirida por Isabel de Farnesio, donde se pueden contemplar tres reyes: Felipe V, su hijo Fernando VI y Carlos III sobrino de Fernando que hereda la corona al morir su tío sin descendencia.

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Llegados a la sala capitular y desde la ventana que mira al sur, el cronista observa como pequeños copos de nieve descienden luminosos, de forma plácida, coronando de merengue celestial las tartas de seto verde. En este recorrido por las intimidades de la familia real llegamos al dormitorio, lo cual me produce cierto pudor, no por el sentido monárquico del cronista, sino por el respeto que merece el lugar donde uno sueña. Pensar que aquí durmió, hizo el amor y reinó el monarca me produce un sentimiento de profanación. Pensar que esta regia intimidad se ha convertido en una manifestación continua de turistas de: foto, bocadillo y váter, me indigna.

Hoy y desde la casual soledad que permite esta visita quiero sentir el calor de la chimenea, espacio estimado por la familia real que sufriría el frío como el resto de los mortales, quiero sentir el tic tac del reloj que inexorable marca el tiempo… aquel que vivió la nobleza de la familia real.

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El cronista se despide agradeciendo, a quienes le han leído, el tiempo empleado en ello y les confirma que todo lo escrito es sentido como auténtico.

Lluís Soler

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