Poco tiempo tuvimos para disfrutar de Sevilla, de su laberinto urbano de pasajes y callejones con muchas esquinas, de fachadas pintadas de blanco perfilado por los ocres característicos de toda Andalucía.
Una noche, solo una noche para pasear, suficiente para respirar su ambiente y para darnos cuenta de que tenemos una cita pendiente con la ciudad. Un paseo por la Alameda de Hércules
Pero no podíamos irnos de Sevilla sin ver el Guadalquivir, el Betis de los romanos, el “rio grande” de los árabes.
Como dijera Juan Ramón Jiménez en sus “Elegías Andaluzas” al Guadalquivir: “No sé. Ni sé si te estoy viendo, si te estoy recordando o si te estoy soñando. Tu me rodeas bello la emoción, entrando y saliendo del sueño a la realidad y de la realidad al recuerdo, por un maravilloso paisaje momentáneo que no sé en qué Andalucía de cuando, ni de dónde vi”.
A mí me pasa lo mismo, no se si lo vi, si lo soñé, si… 15 minutos, 15 minutos para contemplar el rio, la Torre del Oro, la Maestranza, para hacer unas fotos para poder pasar de la realidad al recuerdo.


La maravillosa Real Maestranza de Caballería, con la estatua de Pepe Luis Vázquez frente a ella.


Otra vez será. Volveremos!!!
Salvador