La Floración del Almendro en Sella

Este año, debido a la suavidad del invierno, la floración del almendro se nos ha echado encima. Estas imágenes fueron tomadas el sábado 18 de Febrero. La floración ya hacia algunos días que había comenzado. 

   

Salvador

Viaje Cultural A Madrid febrero 2017

Segundo día: San Francisco El Grande, caldo de cocido con jerez, paseo por la plaza Mayor y huevos al plato en casa Lucio.

Madrid se despereza solitario pues la noche festiva se prolonga más allá de la salida del sol. Caminamos despacio ante la fachada oriental del palacio real y cruzamos el protegido viaducto de los suicidas, hasta alcanzar la basílica franciscana. Nada más acceder, comprendes el calificativo, pues en dimensiones es una de las mayores del mundo.

Pinturas gigantescas de escenas bíblicas visten su interior. El pequeño grupo contempla asombrado la monumentalidad del edificio y la suntuosidad de su decoración obra de Castro Plasencia. El mármol de Carrara con su reconocida nobleza abunda en las ricas capillas de completan el conjunto religioso. En una de ellas se representa el momento en el que el rey Carlos III (el mejor alcalde de Madrid) recibe de la Virgen su prestigioso collar. En otra descubrimos el rostro de Goya que se pintó en otro de los cuadros, un pequeño gesto de satisfacción y vanidad.

   
   

Tras este desayuno de belleza nos adentramos por ese Madrid de la virgen de la Paloma, monumento a Cascorro, calle de las aguas, mercado de la cebada… todo ello cerca de es singular rastro donde todo se puede comprar. Sobre las doce y en uno de esos lugares más cargados de sabor y tradición degustamos un delicioso caldo de cocido, servido en taza, como manda la costumbre, acompañado, en mi caso, de un fino tío Pepe. Magnífico.

   

Siguiendo el curso de la calle Toledo, caemos en la plaza Mayor, dónde el sol de medio día resulta extremadamente agradable. Es todo un espectáculo contemplar la diversidad del género humano: vendedores ambulantes, disfraces, gente seria, alguna boda, títeres, músicos que buscan ganarse, al menos, la comida del día.

Comemos en casa Lucio que pasea, con gracia, sus 84 años por las estrechas calles entre mesas de su afamado restaurante. Su mundo se reduce a ese limitado espacio donde en cada rincón destaca y reposa el recuerdo de un comensal ilustre, sea su Majestad o cualquiera de los aventureros y cómicos del mundanal ruido de la noche madrileña.

Me quedo con la mesa del excelente científico Severo Ochoa. Lucio nos saluda en saber de nuestro origen levantino. Guarda un entrañable afecto a esta ciudad y con orgullo muestra la placa que da nombre a una calle que el ayuntamiento le concedió. Aquí conserva buenos amigos entre los que destaca a Vicente “El del nou Manolín” y Ramón Morales, entre otros muchos.

   

Con gran dignidad ocupamos mesa para degustar unos “espesos callos” y sus famosos huevos al plato. Para “celebrar” la digestión, Miguel nos lleva al parque donde se conserva el templo de Debod, regalo del pueblo egipcio. Las espléndidas vistas que desde allí se contemplan me llevan a escribir sobre la amistad:

“Saber estar y elegancia. Generosidad. Cualidades que embellecen, también la ciudad, cuando lo haces con tan buena compañía.”

Lluís Soler

Miradas Y Conversaciones VIII

Comensalidad: una forma de “ayuntamiento” y de celebración de la vida

Con la expresión comensalidad referimos el hecho de comer y beber juntos alrededor de la misma mesa. Como dice L. Boff esta es una de las referencias más ancestrales de la familiaridad humana, en la que se hacían y rehacían continuamente las relaciones de la familia humana en sus orígenes y durante gran parte de la historia humana.

Como han expresado algunos antropólogos la comensalidad habría sido un tema central en el desarrollo de nuestra humanidad. Nuestros antepasados antropoides salían a recolectar frutos, semillas, caza y peces pero no comían individualmente lo que conseguían reunir. Tomaban los alimentos y los llevaban al grupo y ahí practicaban la comensalidad: distribuían los alimentos entre ellos y los comían grupal y comunitariamente. Así la comensalidad que suponía la solidaridad y la cooperación de unos con otros -junto con otras actuaciones conjuntas como cazar y recolectar, el cuidado de las crías, etc.- permitió el primer salto de la animalidad en dirección a la humanidad.

Por eso la mesa, más que un mueble remite a una experiencia existencial, a un lugar privilegiado de encuentro, de comunicación y de compartir las cosas buenas que nos pasan y celebrar la alegría de la vida, de encontrarse… Y también de confrontarse, de discutir abiertamente y expresar las diferencias, los distintos puntos de vista…

Hoy sábado 11 las chicas y chicos de la barraca La Font, nos hemos reunido en un acto de comensalidad juntos alrededor de una mesa en la Casa del Mar de Campello para reencontrarnos y recordarnos el aprecio y el afecto que nos une y el deseo de seguir compartiendo amistad y comensalidad. Nos han faltado y los hemos echado de menos, José Virtu y Carlos, Mª José y Vicente que andaban por Madrid (¿escapada para ver al nuevo nieto?) y Paco Sabuco, que tenía acto en Benidorm. Hemos hablado de política, aunque poco, hemos hablado de nietos (de los que nos han nacido recientemente, los que hace ya algún tiempo y de los que están en proceso de ser la novedad en el mundo) La “abueleidad” o “yayeidad” ya forma parte de la experiencia vital de la mayoría de los componentes de la barraca (solo Mª Carmen y Paco Catalá, lo harán en breve) y se ha vuelto un elemento que nos ayuda -como la comensalidad- a cuidar nuestra humanidad.

Esa comensalidad que ayer nos hizo humanos y que hoy, aun en tiempos de comida rápida, de ritmo vertiginoso y lleno de cosas y actividades, de relaciones líquidas entre las personas, continúa todavía hoy haciéndonos de nuevo humanos. Por eso, está bien seguir reservándonos tiempos para la mesa en su sentido pleno de la comensalidad, de dialogo y conversación libre y desinteresada.

Paco Buigues

Viaje Cultural A Madrid Febrero 2017

Primer día: San Antonio de los alemanes, Museo romántico y Casa de Sorolla.

Tras acomodarnos en el Hotel situado cerca de la plaza de España, el grupo, bien conducido por Miguel, se dispone a reponer fuerzas en una de las más castizas tabernas de Madrid, dónde saboreamos una espléndida tortilla de patatas, unas no menos estupendas anchoas del Cantábrico y todo ello acompañado por otras exquisitas cervezas y unos riquísimos vermuts.

Bien alimentados nos disponemos a entrar en la “santa, pontificia y real hermandad del refugio y piedad de Madrid, iglesia de san Antonio de los alemanes” que por intercesión de doña Mariana de Austria, madre del rey Carlos II, consiguió de éste el patronazgo de la Iglesia y casa real hospital de San Antonio de Padua, para enfermos alemanes pobres, conociéndose desde entonces con ese nombre.

La pintura cubre por entero el interior del templo, desde la clave de la bóveda hasta el rodapié del muro perimetral. Espectacular. La decoración de la cúpula es obra de Juan Carreño de Miranda, posteriormente modificada por Luca Giordano en la que se ve la gloria de San Antonio recibiendo al niño Jesús de manos de la Virgen, sostenido por ángeles.




El mejor comentario es una invitación a contemplar tan majestuosa obra. Sobran palabras. Sin reponernos del impacto estético, buscamos el frescor madrileño para trasladarnos hasta el pequeño, pero encantador, museo romántico. Allí nos tropezamos con el ambiente madrileño de esta emotiva época. Larra, Espronceda, Bécquer, Zorrilla y tantos y tantos personajes que con ingenio y elegante sonoridad escribieron, tal vez, los versos más enamorados de todos los tiempos.

 

Rafael García y García “El Hispaleto”. Jugando a las cartas. Escena costumbrista

A la salida, una sala nos muestra un detalle de los trajes de aquel tiempo. Me quedo con la cita del esteta Brumel, impresa en una de las paredes:

Si alguien se vuelve a mirar tu traje
Es que vas mal vestido

 

Con esta sentencia entre irónica y sincera de la condición humana, paseamos la soleada y azulada mañana madrileña en busca de la casa de Sorolla. Allí nos invade una oleada mediterránea de color. La capacidad del pintor de iluminar el lienzo es única y no seré yo quien ose comentar esa facilidad. Me reservo el derecho de compartir con vosotras esta simple y personal impresión:

 
Joaquin Sorolla. “El doctor Sinarro en el laboratorio”.


Joaquin Sorolla. “Pescadores Valencianos”

 

“Villa en pleno centro de Madrid, donde el agua del jardín se acompaña con el canto de algunos jilgueros. El ruido de los coches se impone creando un contraste entre lo nuevo y lo viejo.

El sol bendice este pequeño huerto valenciano donde reinan los manises y las piedras de mar bien enmarcadas por robustos matacans.

Me siento en una silla de hierro, al lado de un arrayán y me trasporto al pasado cuando la velocidad era menor y se degustaban con placer las cosas.”

Lluís Soler

Joaquin Sorolla. “El doctor Sinarro en el laboratorio” 
Sorolla tenía un gran interés por la ciencia en general y la medicina en particular. Quedo huérfano a los dos años por la muerte por cólera de sus padres y posteriormente una de sus hijas sufrió de la tuberculosis, motivos que le indujeron a mostrar un gran interés por el positivismo. Se mezclo con lo más granado del panorama intelectual de la época, pintó a la mayor parte de las figuras representativas de la intelectualidad española Baroja, Echegaray, Galdós, Azorín,…                                                                                 Joaquin Sorolla. “Pescadores Valencianos” 
Pintado en 1895, fue una de las primeras obras que el artista valenciano pintó al aire libre. En noviembre del 2012 fue vendida por la casa de subastas Sotheby’s en Londres por un importe de 4,64 millones de euros a una fundación europea cuyo nombre no se ha desvelado. Antes fue adquirido por la Galería Nacional de Berlín para después formar parte de la colección del Infante Alfonso de Borbón.

Salvador